Sigue a los navíos. Sigue las rutas que surcan las gastadas y tristes embarcaciones. No te detengas. Evita hasta el más humilde fondeadero. Remonta los ríos. Desciende por los ríos. Confúndete en las lluvias que inundan las sabanas. Niega toda orilla.
La gente corría riesgos atroces para sus cuerpos tomando sustancias químicas porque querían mejorar su calidad de vida. Vivían en sitios feos donde sólo había cosas feas que hacer. No poseían nada de nada, así que tampoco podían mejorar su entorno. Por eso hacían lo que podían para sentirse mejor por dentro
Yo no le tengo miedo al trabajo. El lagarto que saltó del alto árbol de iroko al suelo dijo que si nadie más lo aplaudía se aplaudiría él solo.
Siempre llega un momento, más tarde o más temprano, en que la soledad más satisfecha y autosuficiente se convierte en un estado de quejumbrosa humillación.
Por último vio que tampoco era el mujik, sino el diablo en persona, con cuernos y pezuñas; estaba allí sentado, riéndose a carcajadas, delante de un hombre descalzo, vestido solo con camisa y pantalón. Pajom miró atentamente para ver quién era ese hombre y se dio cuenta de que estaba muerto y de que era él
Nunca hubo una experiencia nueva en mi vida. Algunas veces os suceden cosas que pensáis que nunca os han ocurrido, estáis convencidos de que es una experiencia nueva, y os equivocáis. Sólo hará falta ver, sentir u oler una determinada cosa para descubrir entonces que aquella experiencia que pensasteis era nueva ya la habíais vivido antes.
Tengo pequeños problemas de salud. Nada serio, pero debo andarme con un poco de cuidado. Y ahora en los bares no hay más que gente tremendamente joven. Supongo que tú, que trabajas a la intemperie, haga el tiempo que haga, estarás rebosante de salud, y seguramente parecerás más joven de lo que eres. Yo a veces tengo un ruido muy raro en el pecho. Nos vemos obligados a tomar decisiones demasiado pronto, basándonos prácticamente en nada, y luego acabamos viviendo estas vidas
yo intuí una fragilidad enorme, una fragilidad parecida a una mantarraya que caía desde el techo,
Cierto es que durante casi diez años tomé opio de cuando en cuando por el placer exquisito que me procuraba, pero mientras lo tomé con tal propósito estuve lo suficientemente protegido contra cualquier daño material por la necesidad de interponer largos intervalos de abstinencia entre los distintos actos de gratificación a fin de renovar las sensaciones placenteras.
Lee, tenemos que casarnos lo antes posible, si no va a ser un escándalo. —Qué va —la tranquilicé—. Cosas como ésta pasan todos los días.
Como cualquier terrestre vulgar, debía creer en los relojes y en los calendarios.
Mi artículo espera. Los libros que me prometí leer esperan. Las horas y los días, en cambio, transcurren aprisa, como si el tiempo fuera cuesta abajo.
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