3/29/2017

últimos libros

Hace tiempo que no subía el listado de los últimos libros leídos, paara que no se me olviden


Ésta es la mayor demostración de aprecio que le he dado jamás a nadie, Lituma —murmuró el Teniente, sin apartar los prismáticos de la cara—. Le vas a ver el poto a mi gorda, nada menos. Y las tetas. Y, con un poco de suerte, también la chuchita y los pendejitos. Prepárate, Lituma, porque te vas a morir. Será tu regalo de cumpleaños, tu ascenso. Qué suertudo eres de tener un jefe como yo, hombre


...digamos la verdad: el escritor no trabaja cuando escribe, sino que celebra su existencia y erige un pequeño monumento hecho de palabras en honor a sí mismo; todo escritor es, por definición, un haragán y un ególatra, un rendido admirador de sí mismo y alguien que goza más leyéndose que leyendo a otros, o ese es el escritor que soy yo y que quizás otros no sean, pero tiendo a creer que todos los escritores escriben precisamente para no trabajar, para refugiarse en un oficio sedentario que les evite las fatigas de una labor vulgar...


Pero, ¿sabes?, aunque apenas nos hayamos visto, aunque casi no hayamos hablado, a mí me da la sensación de que aquella chica, ahora, continúa viviendo en mi interior. De que se ha convertido en una parte de mí. Pero no sabría cómo explicártelo.


Las heridas incurables que recibe el corazón son la contraprestación natural que las personas tienen que pagar al mundo por su independencia.    Así es básicamente como yo lo veo, y he vivido mi vida en consonancia con esta manera de pensar. Puede que, en parte, viéndolo en retrospectiva, deseara voluntariamente el aislamiento. Para las personas que tienen una profesión como la mía, aunque con sus diferencias, aislarse es un camino inevitable. A veces, no obstante, ese aislamiento, como ocurre con el ácido que se ha salido de la botella, va poco a poco, sin que uno se dé cuenta, corroyendo y disolviendo el espíritu. Es una afilada arma de doble filo: al tiempo que protege el espíritu, va también socavando, poco a poco y sin descanso, sus tabiques. Supongo que yo ya conocía, a mi manera (tal vez por experiencia), su peligrosidad. Y precisamente por ello he tenido que ir aliviando y relativizando ese aislamiento a fuerza de hacer trabajar a mi cuerpo de manera ininterrumpida y, en ocasiones, a fuerza de llevarlo hasta sus límites. De una forma más intuitiva que voluntaria.




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